Ese mediodía veo una señora (de la casa pegada al campito) que está podando sus plantas y le pregunto si me podría dar unas margaritas para llevarme. Acepta gustosa y comienza a arrancar varias plantas... Tengo que frenarla para que no me de mas. Charlamos de todo un poco y al cabo de varios minutos retomo mi rumbo a casa pero con dos bolsas blancas: una llena de plantitas (caléndulas amarillas y anaranjadas y rayitos de sol), la otra llena de caracoles para mis patos.
Esa tarde coloco las plantas de margaritas en macetas con tierra. Al día siguiente las flores abren con toda su fuerza como si nunca hubiesen sido arrancadas de su lugar original.